17 nov 2019

HRW: El tráfico de novias hacia China se propaga en Asia


El desequilibrio de géneros en China tiene consecuencias regionales devastadoras.

¿Qué tienen en común Camboya, Indonesia, Laos, Myanmar, Nepal, Corea del Norte, Pakistán y Vietnam?

La respuesta es trágica.

Hay pruebas contundentes de que todos se han convertido en países desde los que se nutre un aberrante negocio: la trata de mujeres y niñas para su venta en China como novias.

En China, el porcentaje de mujeres ha mermado en forma constante desde 1987. Los investigadores estiman que en China hay ahora entre 30 y 40 millones de “mujeres que faltan”, un desequilibrio provocado por la predilección por los varones y exacerbado por la política de “un único hijo” que estuvo vigente entre 1979 y 2015, así como la persistencia de restricciones a los derechos reproductivos de las mujeres. La brecha de géneros hizo más difícil que muchos hombres chinos pudieran encontrar esposas y esto ha incrementado fuertemente la demanda de mujeres ingresadas de contrabando desde el extranjero.

Human Rights Watch documentó el tráfico de novias en Myanmar, donde cada año cientos de mujeres y niñas son engañadas con falsas promesas de empleo para que viajen a China, y una vez allí son vendidas como esposas a familias chinas y mantenidas en condiciones de esclavitud sexual, a menudo durante años. La mayoría son presionadas para quedar embarazadas lo antes posibles, y algunas incluso obligadas a someterse a tratamientos de fertilidad forzados. Aquellas que, tras tener hijos, tuvieron la suerte de poder escapar, en general tuvieron que abandonar a sus hijos. Varias de las mujeres entrevistadas habían sido víctimas de trata en más de una oportunidad.

Desde que Human Rights Watch empezó a investigar la trata hacia China hace más de tres años, ha habido señalamientos de que también estaría ocurriendo en otros países y que el número sigue aumentando. Estos países deben actuar con urgencia para prevenir la trata, trabajar con las autoridades chinas para recuperar a mujeres y niñas que son víctimas de esta práctica y asistir a las sobrevivientes, que muchas veces lidian con secuelas psicológicas devastadoras y tienen dificultades para cubrir necesidades básicas. Los gobiernos a los que les preocupa esta situación deberían denunciar este problema en forma enérgica y sistemática, incluso ante sus homólogos chinos, y exigir medidas inmediatas por parte del Gobierno de China para que se ponga fin a este comercio.

Asimismo, otros países asiáticos deberían realizar un atento seguimiento de este fenómeno para asegurarse de no ser los próximos en sumarse a la lista.


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