15 nov 2019

Ronald Gamarra: "Comisionado Hernández expresa su preocupación por el aumento de denuncias de violencia sexual contra niñas y adolescentes y reitera al Estado la importancia de cumplir con los estándares interamericanos para abordar, juzgar y erradicar esta violencia"



En Quito y en el contexto del 174 período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el lunes pasado se llevó a cabo una audiencia sobre la violencia sexual contra las niñas, niños y adolescentes (NNA) en el Perú. Una anterior, igualmente solicitada por el Instituto Promoviendo Desarrollo Social - IPRODES y otras organizaciones de la sociedad civil, había tenido lugar en el 2014. Por lo mismo, esta era una  oportunidad no solo para debatir sobre el estado de la cuestión sino también para analizar la respuesta del Estado a los cuestionamientos sobre su actuación en la materia.


En los últimos años, el Estado ha adoptado legislación afirmativa de los derechos de las NNA así como ha aprobado políticas, programas, presupuestos y servicios para garantizarlos, entre otras acciones que valoramos desde la sociedad civil. Lamentablemente, cinco años después de la primera audiencia observamos que hoy la situación continúa igual de dramática: a los recurrentes abusos y la violencia física y psicológica en su contra por parte de adultos en la familia, la escuela y la comunidad, se añade la violencia sexual como un crimen cotidiano, grave, extenso, persistente y con efectos devastadores sobre la víctima. Un crimen perpetrado clandestinamente, en espacios cerrados, sin mayor testigo que la perjudicada  y en el que un elevado porcentaje de los agresores son conocidos o familiares. También, el sometimiento a las niñas y adolescentes a múltiples declaraciones, interrogatorios con base en preguntas prejuiciosas o impertinentes referidas a su vida sexual, el revelamiento de su identidad, el juzgamiento de sus casos por magistrados sin especialización, sin una perspectiva de género y sin apego al principio del interés superior del niño, para finalmente en muchos casos –demasiados- encontrarse con sentencias de absolución e impunidad.

Y, cómo no,  en muchos casos, el posterior obstáculo para el acceso al aborto terapéutico de quienes resultan embarazadas, o la persecución penal a ellas y sus allegados por intentar ejercer su derecho.



Todo ello pues, nos muestra el cuadro de depredación sexual de nuestras niñas y adolescentes, en un contexto marcado además por la falta de debida diligencia del Estado para prevenir el ataque en su contra, la falta de acceso a una justicia adaptada para las víctimas o testigos de asalto sexual, la ausencia de una adecuada sanción de los crímenes, y la no prestación del servicio de interrupción legal del embarazo.  En suma: un problema serio, actual y prioritario de derechos humanos.

Y hasta podríamos señalar que hoy el Estado está perdiendo la batalla contra esa devastación que importa el asalto sexual hacia las NNA. Y no sería una exageración, pues sus políticas, programas, protocolos y acciones no han tenido impacto alguno para impedir o controlar la perpetración de los crímenes. Es más, la data arroja que entre el 2014 y 2018 se han presentado  94,037 nuevas denuncias, que el número de agresiones sexuales ha crecido en un 25% y la proporción de NNA víctimas se ha incrementado del 49.9% al 83,4%. Ciertamente, un cuadro de depredación, desastre, horror e incompetencia.  

Estando al panorama desolador, al que se aúna el hecho que solo el 1% del presupuesto público asignado a la niñez está dirigido a la protección contra la violencia, los peticionarios solicitamos a la Comisión que recomiende al Estado peruano la adopción urgente de medidas y acciones objetivas y reales de prevención de estos crímenes terribles, así como de respuesta fiscal y judicial efectiva y ejemplar a los autores. En concreto, el inicio de campañas nacionales de sensibilización, con participación de todos los ministerios, y concurso de la sociedad civil y los medios de comunicación; la enseñanza de los derechos sexuales de forma gradual y acorde con la edad y desarrollo de las NNA, para empoderarlas y protegerlas; la aprobación de un Plan de Acción Conjunto para Prevenir y Eliminar la Violencia contra las niñas, niños y adolescentes, que esté acompañado de un específico presupuesto por resultado; la existencia de una efectiva Ruta Única de Atención a NNA víctimas y testigos de violencia familiar y sexual, que cuente con servicios de calidad (aceptabilidad, adaptabilidad, accesibilidad y asequibilidad) y, que sea parte del Sistema Nacional de Protección de niñas, niños y adolescentes; la elaboración y aplicación de un programa de formación de género, enfoque de ciclo de vida y enfoque de derechos de la niñez, para magistrados, personal administrativo y todo funcionario que tenga contacto con ella; y, la adopción de una Ley general sobre protección y participación de NNA víctimas y testigos.

También, la implementación de condiciones adecuadas que garanticen la participación de NNA, incluyendo acceso a la información, manifestación en su propio idioma y en condiciones idóneas; el fortalecimiento de la defensa legal pública, que concrete realmente su derecho a contar con un abogado gratuito y especializado; la instalación de un mayor número de salas de entrevista única y cámaras Gesell; un programa de calidad de asistencia y recuperación para las víctimas de violencia sexual, que no sean albergues o centros para niños en situación de desprotección. Finalmente, la implementación de las condiciones adecuadas que hagan posible que las niñas y adolescentes embarazadas producto de la violación sexual puedan acceder a servicios de salud e interrupción del embarazo acorde con la legislación interna; así como la elaboración de una base de datos completa, única, actual y desagregada sobre los delitos contra la libertad e indemnidad sexual, con indicadores fiables para su seguimiento y registro, que recoja la real incidencia de este crimen sobre las NNA.

Los representantes del Estado no cuestionaron la data expuesta por Sofía García, a nombre de los peticionarios de la audiencia. Eso sí, señalaron puntualmente la acciones afirmativas desarrolladas y los progresos alcanzados en los últimos tiempos para el resguardo de las NNA, como el aumento del número de cámaras Gesell para la entrevista a las víctimas, la capacitación a médicos y sicólogos forenses con los que interactúan, el incremento en la defensa legal pública de las agredidas, y el aseguramiento del acceso de las atacadas a la justicia; reconociendo la insuficiencia de éstas y la existencia de brechas por cubrir, la necesidad de generar nueva legislación sobre la participación de los menores de edad en los procesos en los que tengan interés, y su disposición de generar puentes con la sociedad civil para conversar sobre estos temas.   

Finalizadas las exposiciones les tocó el turno a los comisionados. Fue entonces que Joel Hernández y la presidenta Esmeralda Arosemena, a cuyas intervenciones se sumó la de Soledad García, Relatora de la Comisión para los derechos económicos, sociales y culturales, saludaron el reconocimiento del Estado acerca de la cuestión debatida, advirtieron que pese a la profusa existencia de leyes y planes el problema estaba ganando la partida a cualquier esfuerzo gubernamental, y expresaron la disposición de la Comisión a brindar cooperación técnica en materia de género y estándares aplicables a investigaciones de violencia contra mujeres y niñas. 


¿Algo cambiará tras la audiencia en Quito? Esperemos que sí. La depredación, el desastre y el horror que se ceba con nuestras niñas, niños y adolescentes víctimas o testigos de ataque sexual, y la hasta ahora incompetencia del Estado para hacerle frente, dibujan un estado de cosas que daña su dignidad y sus derechos básicos, demandan la declaración de emergencia nacional y el emprendimiento de un esfuerzo conjunto de todas las autoridades, y la sociedad civil, para empezar a enderezar la injusticia perpetrada en su contra.

Artículo de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el día viernes 15 de noviembre de 2019.

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